Todo tiene dos asas: Elige la que te dé paz interior.
¡Qué hongo, Emprendedores!
Recientemente, nació en mí un gran interés por la filosofía estoica, particularmente las meditaciones de Marco Aurelio, famoso emperador romano (altamente recomendables, en particular, la versión comentada por Robin Waterfield). Marco Aurelio aprendió las enseñanzas de los estoicos a través de varios mentores. Uno de ellos, fue Epicteto. Un ex esclavo griego, cuyas disertaciones fueron registradas por Flavio Arriano, uno de sus discípulos romanos.
La vida de Epicteto como esclavo influyó profundamente en su filosofía. A pesar de estar privado de su libertad, se dio cuenta de que su mente seguía siendo libre para interpretar su realidad. Una anécdota famosa (publiqué una breve historia en LinkedIn y X al respecto) cuenta que, cuando su amo le torció la pierna, Epicteto le dijo con calma: "Si sigues, la romperás", y cuando se rompió, exclamó: "Te dije que se rompería".
Esta historia, aunque posiblemente falsa, ilustra su creencia en que el dolor físico o las circunstancias externas no tienen por qué perturbar nuestra tranquilidad si elegimos la perspectiva correcta. Como esclavo, Epicteto experimentó de primera mano que las circunstancias externas, como el hecho de ser un esclavo y tener que soportar abusos, no tenían por qué perturbar su paz interior y tampoco era necesario asignarles una reacción emocional.
La historia de Epicteto suena casi increíble, ¿verdad? Yo, por ejemplo, no estoy seguro de haber reaccionado con tanta calma en su lugar ¡Hubiera pegado un grito de dolor! Pero, aunque no enfrentemos situaciones tan extremas, esta filosofía puede aplicarse a nuestra vida diaria.
Aquí va un ejemplo:
Este viernes salí con un amigo. Nos quedamos de ver a las 7:30 en una taquería cercana a ambos y llegó casi 1 hora después. Mientras esperaba con hambre, comiendo totopos con guacamole y tomándome una cerveza, en mi mente solo escuchaba “¿Qué pedo con este wey? ¿Qué le pasa?” No resistí más y me comí un taco delicioso. Unos minutos después, llegó jadeando y con cara seria y preocupada. Me pidió disculpas y me explicó con detalles el motivo de su demora.
Cuando terminó, en ese momento pude ver las dos asas claramente ante mí:
La primera, y la que solemos escoger la mayoría de las veces, es la perturbación emocional. Es decir, decidir enojarme con él, mentarle la madre e irme a mi casa (de hecho, pensaría que hasta me tardé en hacerlo). Esta opción habría significado que, probablemente, hubiera regresado a mi departamento sintiéndome molesto y ofendido, pensando que desperdicié mi tiempo y mi dinero.
La segunda, “la asa de la virtud”, como la llama Epicteto y la que decidí escoger, me permitió reflexionar que: a) existen circunstancias fuera de mi control y de mi amigo, que nos ocurren a todos nosotros, diariamente; b) por haberme quedado, disfruté de una agradable y profunda plática, así como de unos buenísimos tacos y cervezas; c) él y yo fortalecimos nuestra amistad y d) mantuve mi paz interior.
Desde que nacemos, estamos acostumbrados a asignarle emociones a las situaciones que atravesamos en nuestras vidas. Practicar el estoicismo no es fácil; va contra lo que sentimos como “natural”. Pero cada vez que eliges el asa de la virtud, encuentras un poco más de paz en el caos de la vida.
Te invito a intentarlo, no te arrepentirás.