La verdad evidente.
¡Qué hongo, Emprendedores!
Siento que escribir este blog es un poco engañoso porque lo hago desde una posición de privilegio. Es decir, aunque he pasado por momentos y retos muy difíciles, todavía hay cosas peores en esta vida que, afortunadamente, no he experimentado ni tampoco me gustaría hacerlo. Para las personas que han vivido o siguen viviendo este tipo de experiencias, parecerá que la reflexión que hago aquí viene de una posición así, y, por eso, pierde cualquier valor que pudo haber tenido. No obstante, esta reflexión se basa en una milenaria, adoptada y enriquecida por los grandes filósofos de la historia que, además, experimentaron terrible miseria y sufrimiento.
Por eso, creo que tiene valor para todos, independientemente de la situación en la que se encuentren.
Ahí les va la frase que lo cambió todo para mí.
En sus Meditaciones (altamente recomendadas), Marco Aurelio hace referencia a una frase de Mónimo de Siracusa, “Todo es como lo tomamos” y reconoce que, aunque esta aseveración cae en el extremo, hay una “verdad evidente” en ella en el sentido de que la percepción y opiniones que tenemos de nuestro mundo, dependen completamente de nosotros mismos.
¿Por qué es una “verdad evidente”?
Para mí, porque toda mi vida he visto a personas reaccionar y actuar de distintas maneras a situaciones que nos ocurren y las he comparado con mis reacciones ante las mismas. Eso me ha enseñado que existe una infinidad de percepciones y que sólo podemos experimentar e interpretar el mundo a través de la nuestra. Esto se volvió más claro para mí cuando, un día, decidí estudiar mis reacciones y preguntarme porqué me hacían sentir y reaccionar de cierta forma. Sobre todo ante situaciones difíciles y con mucha carga emocional. Fue cuando decidí cambiar mi forma de interpretar y reaccionar ante esas situaciones cuando se convirtió en una “verdad evidente” para mí
Pero lo más importante e interesante de esta verdad, es lo que pasa si decides aceptarla y pruebas una nueva percepción.
Imagina esta situación cotidiana: Tienes un cliente exigente, problemático y emocionalmente demandante que, desde que lo empezaste a atender, te llama y te mensajea más que tu familia o pareja. Le podrías poner un freno en seco pero está el riesgo de que se moleste y te reporte con tu jefe o, peor aún, que la empresa lo pierda por tu culpa. Piensas lo peor de tu cliente y ya no te agrada trabajar con él. Te sientes frustrado o frustrada y te empieza a molestar interactuar con él. La molestia aumenta hasta el punto que te aborrece y desmotiva ir a trabajar y siempre asumes que será un mal día. El cliente no te va a dejar de molestar, a final de cuentas, es el que paga por los servicios.
Esta es la forma más común de interpretar y reaccionar ante una situación así.
Ahora, piensa en el mismo escenario pero tu interpretación y reacción a la situación es distinta.
Esta vez, en lugar de sólo comunicarte con tu cliente para pedirle lo necesario para ejecutar las tareas por las que te contrataron, lo ves como persona y decides averiguar más de él. Le preguntas sobre su historia, sus objetivos, sus preocupaciones y la razón detrás de éstas tareas, su porqué. Demuestras un verdadero interés por él y lo que tiene que decirte. Gracias a eso, te das cuenta de que te estás conectando más con tu cliente y comienzas a conocerlo mejor. Esta conexión entre tú y él mejora el entendimiento y el flujo de trabajo. Poco a poco, empiezan a construir confianza, respeto y límites y las llamadas y mensajes disminuyen considerablemente. Tus días comienzan de forma distinta, sin la preocupación ni la ansiedad de ver las notificaciones de los mensajes de tu cliente en tu teléfono.
No lo sé, piénsalo, jajajaja.
Al final del día, todos somos libres de experimentar la vida como decidamos hacerlo.
Yo sugiero ésta porque, a diferencia de todas las demás que he probado, es la única que me ha generado armonía interior y me ha permitido ver oportunidades en lugar de problemas.
¡Espero que esto les sirva en su aventura, Emprendedores!